Pastoral

 

En la reunión inicial de padres, a comienzo de curso, siempre les pregunto a los aitas «¿qué es lo que queréis para vuestros hijos?». Muchos dicen: «que sea un gran médico o un ingeniero o…». Pero cuando les pido que ahonden en la pregunta, sin duda, surge una respuesta común a todos: «Quiero que mi hijo/a sea feliz». En la pastoral lo que pretendemos es que los niños, los jóvenes aprendan estrategias que les ayuden a ser más felices; que se sientan llenos, plenos, a gusto en su piel, se descubran personas con un quehacer en este mundo, con una misión; personas seguras de sí mismas porque se saben miradas y mimadas por un Dios que les ama con locura y desde siempre. Pero claro, todo lo que se juega en el corazón no es cuantificable. No existe una nota de felicidad como existe de selectividad. Y en cambio no cabe duda de que llegar a educar, a formar personas seguras de sí mismas, ilusionadas, sin miedos, felices y con un proyecto de vida es, con diferencia, lo más importante.