En esta vida que llevamos en la que transmitimos prisa e impaciencia, os pido unos minutos de vuestro tiempo para que reflexionemos sobre nuestro alrededor y sobre nosotros mismos.
Miramos hacia nuestro entorno y nos quejamos, pero no aportamos nada, aparte de esa queja.
Miramos a las personas que nos rodean, y de nuevo caemos en un error. Pensamos que todos se confunden. Nos creemos empáticos, sin embargo, casi siempre nos ponemos en el lugar del otro desde nuestro punto de vista, que consideramos el único verdadero, sin tener en cuenta los factores y condicionantes de la existencia de los demás.
Y es una pena porque mirad por un momento los símbolos que hemos escogido para este Día de la Paz y la No Violencia, son tres frondosos árboles. Vamos a fijarnos en uno de ellos que simboliza la vida de cualquiera de nosotros.
Nuestras sólidas raíces, ocultas a la vista, son los valores que nos aportaron y aportan nuestra fe cristiana, nuestra familia y nuestro colegio. Todos juntos han permitido que vayamos formando un tronco fuerte.
A partir de aquí, es el momento en el que llega nuestra labor como personas. Ayudar a estas ramas repletas de amor, fe, respeto, constancia, generosidad,… se extiendan a nuestro alrededor, toquen al mundo, a todos los que habitamos en él y que, a la vez, sirvan como nuevas raíces para que la vida continúen y crezcan nuevos árboles con verdaderas y sólidas raíces.
Recordad que como escribió Antoine de Saint-Exupéry:
«El secreto es saber que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos».